Para los amantes de los gatos no sería una sorpresa descubrir que el misterioso hechizo que infunden estos pequeños se debe a que, en realidad, poseen fuerzas sobrenaturales o han llegado a este mundo para protegernos o traernos buena fortuna, que sus ojos felinos, sus precisos movimientos y sus sonidos de magia indescriptible, en el fondo tienen una explicación: canalizar la buena suerte hacia nosotros.
Existen supersticiones que, por el contrario, han afectado a cientos de gatos a lo largo de la historia por aquella creencia de que traían “mala suerte”, por ejemplo: los gatos negros, acompañado de todo un listado de lugares o acciones que debíamos evitar si nos percatábamos de su presencia. Pero no siempre fue así, de hecho, nuestros inocentes gatos negros en realidad antes habían sido símbolo de buena suerte (lo explicamos en nuestro post sobre los gatos negros), siempre se relacionaron con la suerte hasta que comenzaron a asociarse a otras grandes execradas de la historia, las brujas. Aunque es harina de otro costal, la cacería de brujas en Estados Unidos y en zonas de Europa, afectó a nuestros felinos de precioso pelaje del color del zafiro.
Así que, ¿de dónde viene esta asociación de los gatos con la suerte? A pesar de que han existido innumerables gatos famosos en la historia, podemos concentrar nuestra atención en un gato en particular: el maneki neko. La leyenda de este gatito benefactor que con su patita llamó a un señor feudal desde la puerta del templo donde vivía su empobrecido dueño, cambiándole la vida para siempre se ha ganado nuestra simpatía durante siglos. La simpleza y ternura de esta leyenda ha hecho que sea sencilla de contar y fácil de adaptar a cualquier cultura, sin embargo, como en cualquier historia inmemorial así como en los cuentos de hadas, subyace un significado más profundo, el poderoso carácter terapéutico de las historias, el poder que una narración puede ejercer sobre nuestra vida cambiándola para siempre y haciendo que dejemos atrás todos aquellos pensamientos negativos que nos constriñen. Si no aún no te has convencido de su poder, tan solo pasa una tarde jugando con uno y verás que, hasta quien no sea “muy de gatos” no podría negar la magia que éstos derrochan.
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